jueves, 11 de septiembre de 2008

Vigilar y castigar

El relato del ajusticiamiento de Damiens, al comienzo de Vigilar y castigar de Foucault es uno de los clásicos de la crueldad en literatura (leerlo ya resulta doloroso). Me encuentro hoy con un reportaje en El público firmado por Sergio G. Martín sobre las investigaciones que promovió en gobierno norteamericano en los años cincuenta, preocupado por los adelantos que Corea y otros países estaban logrando en materia de "lavado de cerebro" (hay una larga lista de películas de Hollywood sobre el asunto, las de Bourne entre ellas, no es noticia nueva, sí los detalles). Sidney Gottlieb, un químico y psiquiatra militar, dirigió un proyecto (MKUltra) para encontrar nuevas técnicas de interrogatorio inyectando diversos psicotrópicos a los pacientes. En este proyecto participó Donald Hebb, uno de los que eran mis héroes de la ciencia, un neurólogo al que debemos la "Regla de Hebb" que explica la plasticidad neuronal por la asociación/disociación de sinapsis. Hebb, en la McGill, renunció cuando se dio cuenta de que estaba investigando sin más técnicas de tortura, pero su colega, el anticomunista Ewen Cameron siguió adelante con el proyecto de encontrar un sistema de "destrucción" y "reconstrucción" de la mente. Usaba técnicas de electroshock para eliminar la memoria, de largos periodos de privación sensorial para distorsionar la conciencia, psicotrópicos como el "suero de la verdad", que en realidad destruían la conciencia voluntaria, etc. Cuando trascendieron las investigaciones el 1973, Cameron declaró que se limitaba a "utilizar los dones que el Altísimo me había concedido, porque EEUU tiene derecho a defenderse por todos los medios posibles". Hasta aquí el artículo: http://www.publico.es/150105/manual/torturas/empleo/cia. Uno de los comentarios a la noticia señala con sarcasmo: "las licenciaturas de Psicología deben mucho a estas investigaciones". NO: no había nada que no se supiera ya . Lo interesante es cómo nacen los mitos sobre "lavado de cerebro", "cambio de personalidad", etc., sobre todo entre gente que sabe del asunto, y que sabe que no hay más que destrucción pura y simple de un sistema en frágil equilibrio como es un cerebro. La identidad humana no es más que un logro que sostenemos con ayuda de los amigos a lo largo de los avatares de la vida, pero que es muy fácil de romper con sistemas nada sofisticados. La psiquiatra Françoise Sironi (Bourreaux et victimes), un ejemplo de lo contrario, una investigadora que ha dedicado su vida a curar a víctimas de tortura a lo largo de décadas y por todo el mundo, describe el objeto de la tortura no como un medio de búsqueda de información (en lo que se refugian los instrumentalistas) sino como un puro y simple medio de destrucción de la identidad destruyendo el lazo de las víctimas con el mundo y con su comunidad. La privación sensorial es uno de los métodos más crueles y efectivos. Me plantea una pregunta no sobre lo malos que son algunos científicos sino sobre cómo pueden haberse embarcado en tales investigaciones pensando que son científicas. Como las investigaciones nazis, no eran más que voluntad cruel de destrucción. Todo lo que había que saber lo sabían ya antes. Está por escribir la historia de las connivencias de la ciencia y la estupidez del mal.
Salvemos a los neurólogos, psicólogos y psiquiatras de sí mismos.

1 comentario:

  1. salvemos a la ciencia de los neurólogos, psicólogos, psiquiatras (y físicos, y químicos, y biólogos, y...) en connivencia con la estupidez del mal

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