domingo, 22 de noviembre de 2009

Déficit de atención






La exposición de los dibujos de Caspar David Friedrich en la Fundación Juan March me ha producido un impacto que no esperaba pudiera producir una colección de pequeños , a veces miniaturescos, apuntes sobre piedras, árboles y paisajes. Friedrich convierte lo mínimo en poesía visual: la forma de un tronco, la disposición de las hojas, la luz sobre un arbusto,... Friedrich, en muchos aspectos, hace resonar los mismos acordes que Rilke. No por casualidad. Son espíritus que logran una intensa atención al mundo. Una atención que nace de estratos profundos del espíritu: no es el mero fijarse del espía que todo lo controla para recordar. La atención nace en ellos de la sensibilidad al significado de los detalles en los que están escritos los signos de las cosas.


Hanna Arent se pregunta: ¿dónde estamos cuando pensamos? Su respuesta es que el pensamiento deliberativo nos envía a un lugar fronterizo, ortogonal, entre el pasado y el futuro, fuera de lo real. Es exactamente lo contrario de lo que ocurre cuando atendemos: la atención sumerge en la realidad en un plano de participación que no puede lograrse por la mera observación. Atender es obedecer, sumergirse.
Atender es cansado: lo sabes de las clases, de la lectura, de la conversación insustancial, de la distancia que te produce el espectáculo del baile al que te han invitado y no querrías asistir.
Atender agota: la realidad te sobrepasa y te cuestiona, te pide una respuesta para la que tus músculos no se han preparado suficientemente.
Atender es menos una cuestión de fijar la mirada que de dejar que el cuerpo entero se sumerja en la realidad como se sumerge en el agua.
Las veces que logro sacar fuerzas para dibujar algo que está ahí presente me descubro al poco con intensas agujetas en el alma: mi cuerpo nota una existencia con déficits de atención permanentes. No está suficientemente preparado para lo real. Demasiado espectáculo.

3 comentarios:

  1. Bueno, los paisajes son los típicos del romanticismo, estilo Tim Burton.

    (Es Arendt, soy un flipado de su Eichmann en Jerusalén y de su idea “la banalidad del mal. Te recomiendo su complemento: La banalidad del heroísmo en el libro de Zimbardo “El Efecto Lucifer”. Repleto de reflexiones sobre la identidad.)

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