domingo, 20 de diciembre de 2009

El canto de la ascidia

Las ascidias, "chorros de mar"o "tulipas de mar", son organismos que recuerdan mucho a la estructura de los renacuajos. A finales del siglo XIX algunos biólogos pensaron que en ellas estaba la clave del origen de los vertebrados, chordata, dotados de médula espinal (ver como el renacuajo se convierte en rana sería recomponer algo de la historia de los vertebrados hasta llegar a los anfibios). El biólogo inglés E. Ray Lenkester publicó en 1880 un libro sobre las ascidias titulado Degeneración: un ensayo sobre darwinismo. Sostenía Lenkester que las ascidias eran vertebrados degenerados, lo mismo que los percebes respecto a las langostas. Los debates sobre el origen de los vertebrados fueron durísimos y estuvieron de moda en las dos últimas décadas del siglo XIX, ahora ya no suscitan tanta pasión como, por ejemplo, los debates sobre el origen del homo sapiens. Pero el libro de Lenkester tenía su aquél: sostenía Lenkester que los organismos desarrollados pueden degenerar si no se adaptan activamente al medio; sostenía Lenkester que lo mismo puede aplicarse a los humanos y que lo prueba la degeneración de nuestra cultura desde los griegos. Aquí fue donde la historia de la biología evolucionista que estaba leyendo me hizo dar un bote en el asiento.
El mito de la perfección griega lleva su historia ya. No fue completamente dominante en el Renacimiento (admiraban más la república romana), pero fue determinante en el origen del romanticismo alemán. Los idealistas alemanes sintieron que eran los últimos templarios guardianes del fuego griego, que su cultura alemana provenía directamente de los arios griegos sin haber sido degenerada en las desviaciones mediterráneas.
Mitos de la edad de oro: consuelos de la ascidia.
No podemos sino asombrarnos del esplendor de la Biología pero, como el disolvente universal, ha de manejarse con cuidado para que no disuelva al frasco que lo contiene. En la Biología se encuentran figuras para todo: para el conservadurismo de la edad de oro en el pasado y para el progresismo de la edad de oro en el futuro o en el presente. Todo tiene su ejemplo. Pero el espectáculo de la vida es mucho más rico: ¿por qué un percebe es una langosta degenerada?, ¿quién es quién para decidir la línea de la vida?
La vida, la historia de la vida, es una historia dramática de muerte y supervivencia, pero sobre todo del don de haber existido, de estar aquí para contarlo y para poderlo contar a otros. El resto es idealismo.
Preparo un curso para mayores sobre evolucionismo y creacionismo y me encuentro con las pobres ascidias como ejemplos de presunta degeneración. Leo a la vez con pasión y cuidado el Gorgias, repasando los argumentos de Calicles y las respuestas de Sócrates, las demagogias de las mafias atenienses y los buenismos de Sócrates, y no encuentro ni progreso ni degeneración, sino una familiar canción que me suena mucho, sobre si podemos aprender o enseñar el sentido de la justicia. Veo a los griegos no más distantes que a los serbios o a los guatemaltecos. Iguales, diferentes, parte de un mismo espectáculo: la vida. Parte de una misma sociedad: la del espectáculo. Parte de lo que somos. Ni más ni menos.

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