domingo, 4 de julio de 2010

El pájaro en sazón






Pasan nuestros días ordenando y desordenando el mundo. Como niños con sus legos, construimos para destruir, clasificamos para malcomprender, calculamos para derrochar, subimos para bajar. La ciencia y el arte obedecen esta ley de ciclos: cuando ya parece acabada la obra, la teoría, el mundo, está llegando el momento de su destrucción. Y en la destrucción se entreven las nieblas de nuevas ordenaciones. Creativas destrucciones que terminan por dar sentidos imprevistos.
He ahí la obra poderosa de un conocido, muy conocido, artista plástico español, que había sido cedida para ser enterrada en en Cementerio del Arte de Morille. El sujeto ensimismado en su máscara de Yorik: meditando sobre el bufón que fue, que él mismo es en su desdoblada vida.




Camina en su catafalco portado en los hombros de poetas y artistas que se han adentrado alguna vez en los laberintos de la creación y saben ya que un autor se desdobla siempre en alguien que hace y deshace


Y ahí en su ya irremisible tumba alguien destruye la obra como discurso funerario: una obra que no sólo habrá de ser enterrada sino destruida para permanecer fiel a la ley de hierro de la creación artística. ¿Por qué alguien profana este presunto cadáver exquisito y lo veja y lo destruye?, ¿quién es él para tal atrevimiento? Pero "¿quién es el autor?" se pregunta Foucault, en un tiempo en el que ya hemos enterrado al genio con sus genialidades, sabiendo que el creador de hoy seguramente será cromo de pared mañana.




El nuevo Hamlet, sin cabeza ni sin cráneo de Yorik en las manos, medita ahora, más profundamente, (a metro y medio de profundidad), entre el polvo al que está volviendo por momentos, sobre quién es él, quién es el autor, qué es el arte, a dónde vamos y de dónde venimos.

He asistido a varios enterramientos de obras. En todas hubo siempre un gesto para pensar y recordar (esa es la función del rito funerario). En éste último, el gesto de destrucción, sorpresivo, emotivo, irrevocable, nos reveló en su acontecer algo muy profundo sobre el hecho de la creación y el destino de la fama.

Si alguien se cree grande, que mida su propia tumba, cantaba un tiento en The Limits of Control, la última película de Jarmusch. El tamaño de la tumba es el tamaño de lo humano. De su experiencia de su vida.

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