domingo, 21 de agosto de 2016

La distribución de la ignorancia




Es ilimitado el número de formas en el que podemos representar una sociedad. Uno de los géneros más informativos es levantar mapas de distribución de algo. Así, se puede visualizar la distribución de la riqueza, de automóviles de marcas de lujo o de consumo de calorías. Algunos mapas son más difíciles de obtener que otros dependiendo de la accesibilidad a las categorías de la población, del objeto o bien distribuido y de la capacidad que tengamos para asignar la posesión o no del bien. Las instituciones gubernamentales o supragubernamentales y las grandes organizaciones mundiales son los grandes proveedores de las estadísticas que permiten crear las distribuciones: la ONU, el Banco Mundial, la OCDE, la Comunidad Europea, … o, en el caso del España, el Instituto Nacional de Estadística, por citar ejemplos conocidos.

Nuestro conocimiento de las sociedades depende del acceso a estas estadísticas. Mediante ellas adquirimos información sobre lo que de una forma ambigua podríamos llamar la distribución de poder en una sociedad. La posesión de estadísticas es ella misma una fuente de poder y un signo del conocimiento que tenemos de esas sociedades. Por eso es muy interesante conocer las dificultades que presenta la información sobre la distribución de algunas cosas que no son directamente accesibles. Cuando ese conocimiento no es directo se utilizan los indicadores que son señales más o menos fiables de algo que no es directamente observable. Por ejemplo, la calidad de algo, de un servicio pongamos por caso, no es cognoscible directamente si no es a través de indicios o indicadores de calidad.

La construcción de indicadores fiables es uno de los objetivos más importantes de las ciencias sociales y también de las cuestiones más controvertibles y controvertidas, como sabemos bien quienes trabajamos en instituciones sometidas a controles de calidad o nosotros mismos estamos sometidos sistemáticamente a exámenes de la calidad de nuestro rendimiento.  Dejaré para otra entrada algunas reflexiones que me suscitan estas controversias, pero sí hay un tema relacionado con las dificultades de acceso a la información que me parece que tiene un hondo calado moral y político tanto como epistémico. Me refiero a algunas cualidades o bienes cuya posesión depende en cierta medida de la asignación que hacen otros o que hace uno mismo sobre dicha posesión. Los casos sobre los que quiero llamar la atención son el conocimiento y la ignorancia.

Si quisiéramos levantar un mapa de la distribución de conocimiento en una sociedad respecto a un cierto campo tendríamos que usar indicadores como por ejemplo la distribución de titulaciones en esa sociedad. Éstas son documentos públicos que emiten agencias acreditadas para ello sobre las habilidades cognitivas de las personas. Las instituciones educativas son una de estas agencias, que además están encargadas de la distribución del conocimiento y la enseñanza de las materias que la sociedad considera relevantes transmitir inter-generacionalmente. Otras instituciones acreditan la posesión de conocimientos a través del examen directo (la agencia nacional de Tráfico, por ejemplo, que examina de las habilidades de conducción). En fin, lo que importa es reparar en que las sociedades modernas disponen de dispositivos para asignar competencias de conocimiento en aquellos ámbitos que son de interés social. No me importa tampoco ahora cuán fiables sean estas certificaciones de conocimiento, lo que me interesa es que los estados disponen estos instrumentos.

Pero toda asignación de conocimiento implica también una declaración de ignorancia. El estado puede decir de una persona que es una experta en mecánica cuántica, pero quizá no sepa cuánto conocimiento tiene esa persona de la poesía latina. Levantar un mapa de la distribución del conocimiento nos proporciona indirectamente un mapa de los intereses del estado. También de otras instituciones, tales como las grandes empresas Google, Amazon o Spotify, que tienen medios para conocer nuestros intereses y deseos a través de las páginas que visitamos, las mercancías que compramos o la música que escuchamos.

Si el mapa de conocimientos nos informa de los intereses de los estados y grandes empresas también nos informa de sus desintereses y, de paso, de los desintereses de la sociedad. Toda asignación de conocimientos implica también una declaración de ignorancias o desintereses por saber. Las experiencias y memorias de los grupos suelen ser uno de los territorios en los que la ignorancia y el desinterés social. A las fuerzas de seguridad pueden interesarle conocer el número de violaciones por año, pero quizá no les interese conocer la experiencia de miedo de una mujer al entrar por la noche en su portal; a las instituciones financieras puede interesarles la tasa de impagos de préstamos, pero quizá no les interese conocer la experiencia de quienes son desahuciados de su vivienda.

Una sociedad no es una colección de individuos, como sostenía Margaret Thatcher, sino un sistema de posiciones en relaciones de poder. Hasta ahora los sociólogos no se han preocupado por las posiciones epistémicas. Les ha interesado el capital cultural, pero no les han interesado las ignorancias de la sociedad acerca de los conocimientos que parecen inútiles política, económica o socialmente. Pero esos conocimientos inútiles son los que configuran la identidad de los grupos subyugados, oprimidos, excluidos. La distribución de las ignorancias es, sin embargo, uno de los mejores indicadores de la distribución de la justicia en una sociedad. 

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por tus frecuentes, profundas y acertadas reflexiones. Las sigo habitualmente con interés. Tuve ocasión de oírte directamente cuando fuiste. miembro del tribunal de tesis doctoral de mi hija Teresa López Pellisa hace ya 5 o 6 años.Hace mucha falta que intelectuales de tu talla y de la de Antonio R. de las Heras os hagáis oir en las redes sociales.Estoy seguro de que somos muchos quienes con vuestras aportaciones somos cada vez menos ignorantes ya que yo creo que la ignorancia y el miedo son la causa de la mayoría de los males del mundo. No son ideas mías, las leí en obras de otros dos grandes intelectuales, José Luis Sampedro (lo del miedo) y en Emilio Lle3dó (lo de la ignorancia)

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  2. Lo que decia Thatcher se acerca más a la realidad concreta que lo dice usted, que suena tan abstracto que no dice nada, flatus vocis.

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